Si fuésemos a pensar en las características entre un diálogo místico entre dos distintos tipos de expresión artística como lo son la pintura y el flamenco entonces llegaríamos a un diálogo enriquecedor en el que un arte no deja de nutrirse del otro.
Y es así que a susurros y a veces a estruendosos gritos que el multidisciplinario Alejandro Solea logra unir sus dos grandes pasiones en formas de expresión que cuentan historias de pasión, de amor y de dolor.
Empezando con el contenido de su obra en la plástica en donde toma como fuente de inspiración inagotable a la figura de la Virgen Dolorosa y su eterno lamento en estos retratos que suelen ir acompañados de elementos florales en su última serie titulada “Flores para la Dolorosa”.
En ella, el artista evoca pequeños altares que se le hacen a la Virgen y en donde los elementos de las flores van un poco más hacia la naturaleza muerta inspiradas un poco por la pintura de María Izquierdo con ciertos elementos compositivos surreales con pequeñas insinuaciones que dan la ilusión de espacios infinitos.

Pues para el artista los elementos de la naturaleza también lo son sagrados y compone un cuadro bellísimo el mezclar lo sagrado de la naturaleza con lo sagrado de la Iglesia del ser humano en un solo conjunto.
Sus pinturas que son una especie de manuscrito deben de ser interpretadas como preguntas abiertas al espectador en el que éste se pregunte el porqué de la presencia de ciertos elementos y cuál es la historia que el pintor quiere contar a través de ellos.
Otra historia personal de la razón del uso de las flores fue que el autor en su infancia cruzaba el patio de la casa de su abuela la Señora Esperanza y detenía su correr para contemplar todas las flores que ella tenía y observar así esos niveles, composiciones, texturas, sombras y luces de los vacilantes pétalos y exuberantes planta resultando para él una especie de pintura tridimensional.
Es por eso que en su ofrenda pictórica a la Dolorosa, él dibuja flores que no se marchiten y que estén ahí para honrarla por la eternidad con ellas presentes siempre para ocasión de celebración o para ocasión de tristeza.

Y es que el día que representa gran pesar en los corazones de muchos católicos, es el día que representa enorme felicidad para Alejandro pues en el Viernes de Dolores que éste y su equipo instalan su bellísimo altar a la Virgen en el Museo Casa de Allende cuyo proceso y resultado pueden ser contemplado por todos los San Miguelenses.
Para esta siguiente edición, la idea es generar un retablo en la arquería del Patio Central con la imagen de la Señora de la Esperanza y en las demás casas laterales colocar imágenes más representativas de la Virgen Dolorosa.
Y es que tras varios años de iniciar esta tradición del Altar a la virgen desde la tierna edad de 7 años y de hacerlo con una pequeña posta, la fé y el talento de Alejandro han crecido tanto que se convierte en un evento obligado para toda San Miguel y mismos que lo han llevado a la histórica sede en donde se encuentra ya desde hace 15 años.
De igual manera, la comunicación con lo divino continúa para Alejandro cuando años atrás sufriera una crisis de identidad similar a la que pasa todo artista y todo ser humano en donde decidió dejar de lado el arte de la plástica para hacer algo más.

En su búsqueda llegó al Teatro Angeles Peralta en donde contempló a la compañía Triana de Flamenco y en donde conoció la figura de una espectacular bailaora cuyas líneas remitían un poco a las imponentes pinturas de Botero y cuyos movimientos preciosos cambiaron la vida de Alejandro.
La Bailaora se trataba Aura Madiedo de la que Solea se convertiría primero en fan y más tarde en amigo y quien lo inspiraría en tomar sus primeras clases de Flamenco bajo la dirección y guía de un gitano Sevillense llamado Antonio “El Chupete”.
Con estas lecciones y en un nivel avanzado fue que el bailar de Alejandro tomase forma y que adquiriera su nombre de Solea que representa el palo del flamenco caracterizado por la contemplación que se da en la absoluta soledad tanto las partes oscuras como las partes reflexivas y es así que por azares del destino que Alejandro se convirtiése en el Director de la compañía Triana.
Y es bajo su mando que la compañía conserva su estructura tradicional pero que ofrece espectáculos con temáticas conceptuales como aquella vez en la que presentaran “Rojo Flamenco” en una especie de homenaje a la partida de este mundo del padre de Alejandro.
En ella, Solea no recuerda cómo fue que bailó pues el pierde la consciencia de sus sentidos a excepción del oído pero al ver videos del performance en retrospectiva fue que pudo ver que realizó movimientos circulares para desenterrar metafóricamente algo de la tierra para después bailar con ello y al final volverlo a enterrar.

Para ello eligieron apropiadamente el Taranto que es un canto muy obscuro que habla de la vida de los mineros en aquella época de España y cómo se les obligaba a descender bajo tierra a trabajar en condiciones tan brutales que muchas veces no volvían a resurgir a la superficie…
Ahora lo que viene para cerrar el año es un espectáculo de Triana basado en el Flamenco de Granada que es mucho más salvaje, visceral e incontrolable que el Flamenco que conocemos de la escuela de Sevilla y por lo mismo podrá conectar con la audiencia a distintas profundidades.
El arte de Solea ya sea en la plástica o sobre el tablao es un acontecimiento que no cambia a San Miguel sino que lo reafirma en su identidad y nos hace explorar nuestro ser de maneras que antes no habíamos contemplado y es por eso que nunca le perdemos la pista a este extraordinario creador.