Santo Entierro “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fé” San Pablo (I Corintios, 14, 14)
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…y vana sería la procesión del santo entierro de Cristo que año con año renueva la fé de los feligreses y sirve como un acto de expiación para aquellos cuyos pecados les parecen intolerables dentro de un espectáculo de vehemente fé de los sanmiguelenses. 

Iniciada en el S. XVIII esta procesión es una de las más renombradas por el país; cientos de creyentes se reúnen para recrear uno de los pasajes bíblicos que marcan nuestra fé católica. 

Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas y la procesión ha pasado por pena y gloria al haber sido cancelada en numerosas ocasiones en su mayoría por prohibiciones históricas del Estado.

En 1810 fue la primera vez que el acto religioso tuvo que ser cancelada por los conflictos bélicos de la Revolución Mexicana. De 1926-1929 el movimiento anti-clero del entonces presidente Plutarco Elías Calles provocó que los templos cerraran sus puertas y los fieles practicaban su fé en secreto. 

“Ahí viene el timbre” era la llamada de advertencia para la gente que ilegalmente marchaba en el Santo Entierro, al escuchar este cántico de alarma, todos corrían a refugiarse dentro de la iglesia. 

No sería sino hasta la década de los 50’s en los que la marcha sería retomada primero como un secreto a voces y posteriormente al tomar auge y con la fortaleza de una fé que mueve montañas del pueblo que el gobierno no tuvo más remedio que conceder el permiso de continuar con esta conmovedora tradición.

En cuanto a la experiencia per se de formar parte del Santo Entierro, se podría decir que el ambiente es inundado por una atmósfera de solemnidad e incluso melancolía al escuchar el nostálgico “Cristus Factus” con arreglos del músico Correa. La gente no podía sino llorar de arrepentimiento por sus pecados.

Una historia que destaca por su conmovedor significado fue narrada por el tan siempre añorado padre Govea que en paz descanse, trata de una plática que él mismo escuchó de los cargadores que iba masomenos así: 

-“Esto pesa muchísimo, estoy muerto del cansancio” (refiriéndose a la urna que pesa cerca de una tonelada y que al menos 23 hombres se requieren para cargarla)

-“No pasa nada, es mucho mayor el peso de los pecados que oprime mi pecho”.

Y no sólo hombres corpulentos forman parte de la marcha, detrás de ellos, un grupo de señoritas son las encargadas de acarrear las figuras de los arcángeles quienes portan diversos símbolos que representan la pasión de nuestro señor Jesucristo como su corona de espinas y los flagelos.

En años recientes, algunos locales abren sus ventanales para añadir cánticos a los peatones dándole una dinámica enriquecedora, shakespeariana y poética. 

Como puede entenderse, la magnitud de esta tradición es altamante estimada por el pueblo de San Miguel y llegó para quedarse. No se extinguirá mientras exista un fiel en  cuyo corazón arda la flama de querer honrar a su Dios. 

Al final de la procesión, todo termina donde inició: el templo del oratorio y esto da pie a la celebración de las Pascuas en donde lo que ha muerto resucita para la vida eterna. 

 

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PEDRO FRIEDEBERG

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