Y es que cuando leas el resto de nuestro relato, comprobarás que no estamos exagerando y que verdaderamente es el hotel boutique en San Miguel en el que vas a querer hospedarte.

Lo primero que salta a la vista al cruzar el umbral que recibe al interior de Casa es su marco de níveas florecillas que cumplen con el papel de transportarte al microcosmos mágico que el confort de tu estancia seguramente tendrá. 

Arcos de piedra enmarcan tu recorrido por Casa 63 y en cuanto llegamos, tras alojarnos en la comodidad de un cuarto en el primer piso, proseguimos con el recorrido en donde llegamos a la sección histórica del hotel en donde si bajas la mirada podrás ver un piso de vidrio en el que al mirar a mayor profundidad ves las “ruinas” o los vestigios del que fuera un túnel que conectaba con el Templo de las Monjas.

Dícese que se usaba este atajo subterráneo para transportar piedras preciosas y oro por lo que de inmediato, mi mente fantaseó con hallar pepitas de oro y pude sentir la euforia del que antaño fuese un atajo tan ingenioso y que seguramente resguarda muchas historias y tesoros en su interior.

De igual manera, se hallaba un pequeño lavadero por allá del Siglo XVIII que era exactamente a los de Bajada del Chorro y que fuesen construidos por Don Manuel de La Canal para hacer de San Miguel un sitio de progreso e higiene.

Continuando con el recorrido, nos dirigimos al subterráneo en lo que parecían unas simples escaleras que darían al sótano pero cuál sería nuestra sorpresa al constatar que se trataba de un Speakeasy que daba al bar Kali en un ambiente de iluminación tenue pero seductor y cuya cava de vinos y bebidas invitaba a horas de relajación.

Haciendo gran fuerza de voluntad, abandonamos ese acogedor bar para ascender al tercer piso en donde descubrimos mi spot favorito: el Restaurante de Kali el que cuenta con una bellísima vista a la rosácea Parroquia así como a las cúpulas de San Miguel que amenazan con rasgar el cielo.

Algo que nos pareció un gran detalle, fue que nos recibieron con un cocktail de bienvenida elaborado a partir de jamaica y eso nos refrescó y animó a subir al rooftop a seguir contemplando de esas espectaculares vistas el cual probablemente entre a funcionamiento en los próximos meses y que es casi un hecho se adapte para hacer un divertido evento en honor a la Independencia de México.

Tras este tour, nos dirigimos a nuestra habitación en donde ya la apreciamos con detalles y agradecimos los pequeños detalles como las suaves batas y el kit de belleza que nos esperaba en el baño el cual con su techo de ladrillo y forma curvácea nos hacía sentir como si nos encontráramos dentro del túnel subterráneo que vimos nada más llegar y eso le dio un toque místico a la experiencia.

A la mañana siguiente, decidimos probar el desayuno y vaya que nos deleitó la manera que en Kali tienen de preparar los chilaquiles con cecina y el pollo Thai-ko con tostadas de maíz azul, ceviche de la casa y aceite de habanero haciéndonos quedarnos con las ganas de probar más de su asombroso sazón sobre todo con los platillos Tomahawk, las tostadas de ceviche dorado y la deliciosa Picaña. ¡Todo un hit!

Algo que complementó de manera exquisita la experiencia y que nos hizo no quedarnos con las ganas de nada fueron los tratamientos que ofrecen en el spa con masajes como el holístico o las típicas piedras calientes o bien uno express para el rush sin olvidar mencionar sus faciales o sus “travesías” como ellos lo denominan que se refieren a sus tipos de tratamientos enfocados a los resultados que el huésped quiera recibir como wellness, piel de porcelana, confort o renovación total.

Finalmente algo que nos conquistó fue cómo este hotel es divino de día y encantador y seductor de noche y comprobamos que la atención y servicio personalizado siempre vencerá a los grandes resorts pues ninguno está tan completo ni personalizado como éste y es un concepto que beneficia espléndidamente a San Miguel y lo envuelve en una experiencia más amena.